Oració a la Mare de Déu demanant vèncer els pecats capitals (en castellà)

Immaculada. Catedral de Sogorb (València).
Foto: Josep Maria.

¡Virgen María! ¡De Cielos y Tierra, Reina y Señora! Fuente de todas las virtudes y de todas las gracias dispensadora. Coros de celeste gozo cantan en la gloria vuestras alabanzas.
De todos los confines de la Tierra, llegan a vuestros piadosos oídos súplicas fervientes y voces quejumbrosas. Oídlas misericordiosamente. ¡Apartadnos del error y de las concupiscencias! Y, por especial favor, no nos dejéis caer en ninguno de los vicios capitales! Porque...
  • la soberbia nos aleja de la sencillez, que es uno de los mayores encantos de la vida.
  • La avaricia nos roba la tranquilidad del espíritu.
  • La lujuria nos hace esclavos de la carne.
  • La ira nos vuelve injustos y aborrecibles.
  • La gula envenena el cuerpo y corrompe el buen sentido.
  • La envidia amarga el goce del propio bien, codiciando lo ajeno.
  • Y la pereza ahoga la voluntad y propende a todos los vicios...
¡Libradnos de todos ellos!
¡Perfumad con la flor de vuestra santidad y pureza inmaculada los entendimientos perturbados y confusos!
Sosegad los corazones doloridos y agitados por la turbulencia de las pasiones, por las necesidades corporales y espirituales insatisfechas, por la ferocidad de las luchas de los tiempos presentes...!
¡Haced que reine la paz en todos los pueblos y el amor en el alma de todos los pobres y desterrados, hijos de Eva!
Por vuestro dulcísimo Jesús. Amén.

¡Oh, Virgen María, dadnos vuestro corazón por guía!
¡Dulcísimo Jesús, venga a apoyarnos vuestra Cruz!
Sean Jesús y María en nuestra humana porfía norte, amparo, guía y luz.



LOS SIETE PECADOS CAPITALES


LA SOBERBIA. Ignora el hombre altivo y orgulloso cuando, como materia despreciable a los humildes trata, desdeñoso, que una piedra pequeña y miserable puede abatir de súbito a un coloso. Hay quien, soberbio, créese inviolable, y un microbio sutil, aquí o en Servia, da al traste con el hombre y su soberbia.

LA AVARICIA. Nada detiene al infeliz avaro que atesorar por gusto le enamora; que acapara sin fin y sin reparo hasta los cuartos que le da la hora, y no quiere amistad de amigo caro. Mas todo lo que él, sórdido, atesora, lo esparce el viento en pródiga caricia, y así ve castigada su avaricia.

LA LUJURIA. Fosas nasales aspirando ansiosas entre un fétido hedor de estercolero; ojos de simio, fauces asquerosas; el maullar de los gatos en enero; mozos gallardos, hembras licenciosas, las holganzas de un perro callejero... Revolviéndolo el diablo con su furia, da una imagen veraz de la lujuria.

LA IRA. Elementos biliosos desatados, excitando la cólera en las gentes, a medida que aumentan los airados y van disminuyendo los pacientes, a los médicos ponen irritados, porque si no hay pacientes, no hay clientes. Entre doctores pues, si bien se mira, es donde hace más víctimas la ira.

LA GULA. Regaláronle un libro a don Clemente, de tomo y lomo, y sin saberse cómo, don Clemente, glotón impenitente, tragóse el lomo sin abrir el tomo. Tampoco él sabrá nunca, así reviente, tragando libros sólo por el lomo, que una digestión agria, lenta o nula, es el segundo tomo de la gula.

LA ENVIDIA. Una blanca, lilácea, cabellera luce cierta condesa, que en el Polo levanta oleadas de una envidia fiera. "Lo envidiable de veras, y sin dolo, es la mano ingeniosa y hechicera que la decora... Y es por eso sólo —dicen las envidiosas con insidia— por la que a ella en el Polo se la envidia."

LA PEREZA. Suele decirse de ella que es la madre de todo vicio; pero no hay indicio de quien de los viciosos sea el padre. Si entre los que el ladrar tienen por vicio es hermano mayor el que más ladre, quien por desidia y odio al ejercicio perdiera y no buscara su cabeza, éste el padre será de la pereza.

Font: Arxiu Josep Companys Plana de Tarragona.


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